Es ahora, en donde aparece toda la vorágine no sólo de imágenes sino de intercambio de energías y personalidades que conviven en uno mismo para acceder a un campo que se encuentra lleno de información, transmitida por el creador y su proceso creativo y por las experiencias de vida que cada quien posee. Lleno también, de secuencias de movimiento que hacen posible el trabajo coreográfico.
Es un momento perfecto para la recepción de ideas que provocan impulsos de vida ordenados para hacer, crear, provocar y encarnar Danza. Éste es el momento para inventar preguntas y respuestas, detalles sutiles que definan no sólo el lenguaje corporal sino toda la demanda de vivencias y de presencia que se requiere para comprometerse con el proyecto que va definiendo poco a poco nuestro transitar por la Danza en esta etapa que representa el fin de ciclo de la educación secular.
Es, a manera personal, un lapso difuso que se mueve aún en lo superficial, es un período de aprendizaje de movimiento, de limpieza de ideas, de uso de recursos de mi propio cuerpo al servicio de lo que todavía es la mezcla del inicio concreto con la fuga de la realidad para contar con lo humano que tiene la obra, para entrar a lo mas sensible que poseo.
Creo que el transcurso de los días, la práctica, la repetición consiente y la valoración de lo que se hace en cada instante va ayudando a la asimilación e interiorización de los conceptos de movimiento y de la vida de la propia obra.
El siguiente paso, desde mi punto de vista, es el de la transformación y la transfiguración de toda esta información para gestar en lo más profundo de nuestro ser todo lo necesario para que las Mujeres de luna existan y sean posibles. Para caminar en el espacio lunar destinado a éstas mujeres con su propia historia.
ATENAS ARROYO ALDANA